En una región del Antiatlas occidental marroquí tan hábilmente diagramada por la naturaleza, se encuentra ubicado el colorido valle de Ameln y en medio de todo ese esplendor natural, la pequeña ciudad de Tafraout que sólo se atreve a ser el centro administrativo de la zona.
Allí llegué una tórrida tarde de verano en busca de buenos paisajes, huyendo de la masificada y turística Agadir y para conocer más de cerca una región donde la cultura amazigh se expresa de la forma más ortodoxa desde la arquitectura de las casas hasta en el comportamiento de la gente.
Conmigo viajaba Cabezas verdes, manos azules de Paul Bowles que aparte de ser una rica y antropológica crónica de viajes de Marruecos, oficiaba de improvisada guía turística. Por ella me enteré que Bowles había estado allí en 1959.
El famoso escritor y viajero norteamericano había viajado en automóvil unos 1300 km. desde Tánger (donde vivía) para grabar en cintas ciertas músicas y ritmos que le habían interesado profundamente. Todo ello parecía ser parte de un gran proyecto de grabación de música marroquí subvencionado por la Fundación Rockefeller y que debían ser entregadas a corto plazo a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Por eso cuando arribó a Tafraout, inmediatamente se puso a explorar la región con mucho entusiasmo en busca de ritmos bereberes y gnawas. Las crónicas de este viaje se conocen en el libro como La ruta de Tassemir.
Tafraout – Marruecos |
«Tafraout es un serracal, como las Bad Lands de Dakota del Sur a gran escala, con el valle de la Muerte de fondo. Las montañas son enormes jorobas de granito macizo, cuyas laderas están cubiertas de grandes peñascos cuyas crestas se recortan al ponerse el sol en un perfil negro como barbas de papel contra el cielo flameante…» (pág 202)
Valle de Ameln – Marruecos
«Es dificil reconciliar la complejidad arquitectónica de estos castillos de color rosa y blanco con el aire modesto de sus propietarios del norte…» (pág 203)
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