Ante todo quiero decir que los sacerdotes católicos no son de mi santa devoción. Y más teniendo en cuenta los graves escándalos sexuales que involucran a muchos de ellos en los últimos años y que dejan muy mal parada a la Iglesia Católica de cara al futuro.
Sin embargo, durante mis viajes tuve la suerte de conocer a varios clérigos que dejan su vida para ayudar a la gente que lo necesita más allá de las ideologías y de ciertos dogmatismos.
En este sentido vale la pena que nombre a Pedro Olmedo, el ovispo minero de Jujuy (Argentina) de quien ya hablé en mi blog y, por supuesto, Teodorico Castillo, un sacerdote peruano que hace 12 años que no veo pero gracias a Tierra Solidaria, me he enterado que aún sigue trabajando con sus 87 años a cuestas.
A continuación, transcribo la nota que publiqué en mi facultad, tiempo después del encuentro y aprovecho para agradecer a la fotógrafa Cecilia Larrabure que con gran amabilidad me prestó la imagen de Teodorico que ilustra este post:
Teodorico Castillo © Cecilia Larrabure, proyecto «Ciertos Vacíos» (1996-2007) |
Puerto Ocopa. La Misión
Extenuado, después de un largo viaje en autobús desde Lima, llegué al pequeño poblado de Puerto Ocopa ubicado justo en la confluencia del río Ene con el Perené.
Luego de atravesar unos sembradíos de plátanos y de cacao, me topé de pronto con la majestuosa Misión Franciscana Santa Teresita del Niño de Jesús construída en 1918. Allí, sorprendí al padre Teodorico Castillo arreglando la puerta principal de la antigua capilla mientras alrededor de él, jugaban unos niños asháninkas.
Parecía un personaje salido de los cuentos de selva de Horacio Quiroga. Muy alto, el rostro curtido por los años, con un gran sombrero de paja, sandalias y una sotana marrón que parecía haber sido usada por el propio San Francisco de Asís.
Luego de presentarnos, entramos a la pequeña cocina para conversar y allí, este orgulloso arequipeño de 75 años, me relató un resumen de su historia, su heroico relato de aventuras.
«Si me quieren matar, que me maten acá, les dije en ese momento a esos asesinos» confesó el sacerdote en referencia a las amenazas de muerte que le hizo Sendero Luminoso en 1989.
Ese año los terroristas ocuparon en forma permanente Puerto Ocopa, lugar de alto valor estratégico debido a que desde allí se domina la región a través de las dos grandes vias navegables.
La población asháninka de esa comunidad – alrededor de 500 indígenas- fueron tomados prisioneros. Muchos ellos torturados, algunos asesinados y otros reclutados para la guerrilla.
Sólo doce de ellos y el padre Teodorico lograron salvarse y se refugiaron en la misión. En represalia, los subversivos decidieron quemar toda las casas de la comunidad. Lo único que quedó en pie fue la vieja capilla y el convento.
Durante un año y medio estuvieron aislados del mundo sin ayuda de nadie. A pesar de ello, Castillo aguantó como pudo y me confesó que no se explica como se salvó.
«En una ocasión me dijeron que tenía que enseñarles filosofía marxista en la misma capilla y yo me negué, a pesar que me amenazaron de muerte si no lo hacía» señaló.
«Cuando la zona se tranquilizó un poco -cuenta el padre- llegó el Ejército a Puerto Ocopa y se acribillaron con los rojos (Sendero Luminoso). Hubo muchos muertos. Ellos estaban en el patio central y en las aulas de la misión y el ejército afuera. Fue una masacre. Las hermanas estaban tiradas en el suelo y yo me salvé otra vez porque estaba en mi casita detrás de la iglesia» describió el padre quien desde hace cuarenta y un años es el director espiritual de los asháninkas de la comunidad.
Después de ese enfrentamiento, la paz llegó a la comunidad y a la vieja misión.
Hoy se respira otro aire en la zona.
Hoy el convento alberga a cientos de niños asháninkas huérfanos de la guerra que le dan un poco de alegría al poblado.
Mientras tanto el padre sigue con la rutina diaria: a las seis de la mañana suenan las campanas y todos van a misa. Luego enseña a los niños a trabajar la tierra y a la tarde van al colegio donde aprenden a escribir en su lengua y en castellano.
Al preguntarle hasta cuando sería sacerdote, me dijo que: «no podría vivir de otra manera que enseñando aquí en la selva. Usted podría dejar de ser periodista?«, me contratacó.
Hermosos testimonio, y estoy de acuerdo, no se puede meter a todos en la misma bolsa, pero lo que pasa es que las autoridades ecleciásticas te viven diciendo cómo tenés que vivir y qué pecadores somos y resulta que entre ellos se tapan y cometen hechos aberrantes que a ningun laico normal se le ocurriría
Si, eso es verdad también. Por eso siempre he sido muy receloso de todo ello aunque siempre hay excepciones.
Un hombre de Dios..tuve la suerte de conocerle y compartir con el Padre "Teo"..ya que no le gustaba que le nombraran por su nombre..en mi trabajo como misionero estuve entre los años 1991 – 1992 en las comunidades de Cutivireni, Valle Esmeralda, Ocopa, Mazamari y Satipo..como dice usted el siempre con su habito..casi sacado de la época de nuestro seráfico padre San Francisco. Una gran obra con un hombre de temple y de gran coraje por haber enfrentado a los terroristas, junto a las hermanas en la misión. hay una anécdota que quizás no la contó, el padre siempre acostumbraba los domingos izar la bandera de Perú en el mástil ubicado a las afuera de la iglesia, en esa incursión de sendero a la misión cuando el Padre Teo debió esconderse en la selva para no ser atrapado el junto a los 12 nativos que habían quedado, una vez llegada la noche recordó que la bandera había quedado puesta en el mástil, lo que le genero gran preocupación, ya que cada vez que ingresaban los senderistas a un lugar..entre las tantas barbaridades que hacían estaba el quemar el pabellón patrio en señal de repudio al estado peruano, el padre Teo, espero una hora prudente entre las 3 a 4 de la madrugada y se acerco a la misión con el objetivo de recuperar su bandera y que esta no cayera en manos de los sediciosos, logrando su objetivo ya que los senderistas estaban dormidos producto de la borrachera por su triunfo, cual fue su sorpresa al bajar la bandera del mástil, "esta no había sido quemada", pero si se había enredado en los cables de la antena de su radio de transmisión, lo que genero que esta terminara en hilachas, rota por el roce con la antena de la radio…recuerdo cuando estuve en Ocopa, que trae en una bolsa muy bien guardada su bandera que rescato..solo con los vestigios sufridos por los cables que rompieron su bandera..recuerdo que me dijo..yo preocupado por esos bárbaros y termino rompiéndose por mi propia antena…Un gran franciscano de esos quedan pocos ya..Gracias por esta bella nota.
gracias por narrarme la historia, Jaime. De pronto, y gracias a tus palabras vuelvo a estar cerca de la Misión y del Padre Teo. Abrazo grande!!
Conoci a este gran Misionero Padre Castillo, por intermedio del Santo para mi y muchos que lo conocimos Fray Carlos Cantella que el Rio se lo llevó, trabaje en el Rio Ene Chikireni, tambien en Rio Tam,bo Cheni, hicimos algo de ganaderia, Agricultura..siempre apoyado por el Padre Castillo…seguire escribiendo hay mucho que decir…
Me encantaría saber más historias, Camilo. Un placer muy grande, Hasta pronto!
Hola, estoy haciendo una recopilación de datos del Padre Castillo, él está ya bastante mal, le he conocido durante 9 años y es efectivamente un hombre extraordinario.
Todos los datos que se me puedan enviar lo agradeceré, Ernesto García Lechuga
ernestogarcialechuga@gmail.com
Hola muchísimas gracias por dar a conocer quien fue el Padre castillo, ejemplo a seguir y de quien todo Puerto Ocopa llora su partida al lado de Dios.
Conocí la misión en la época que llegó el ex presidente Fujimori, el cual visitó la aldea coincidentemente, recuerdo que le ofreció gasolina para un motor que ahí tenían, padre Castillo lo rechazó diciendo que no lo podía guardar en el estómago de los niños de la misión, a cambio mandó a comprar alimentos.
Cuando lo vi por primera vez, su imagen me impresionó muchísimo, era como ver al Francisco.
gracias por comentar esta anécdota. Me acordaré siempre. un abrazo!
Un honor haberlo conocido al padre castillo con un corazón tan grande para acoger a niños huérfanos a causa del terrorismo. En mi época del ejército son los mejores recuerdos.