Hace cuatro días que hay mal tiempo en el Empordà y también en toda Catalunya. Y parece que mañana también estará igual. Así dicen los pronósticos meteorológicos.
Desde que empezó la Festa de la Santa Creu (el 30 de abril) en Figueres nos acompañan lloviznas, cielos encapotados y hasta una terrible tramontana matinal que hizo suspender por un buen rato la circulación de trenes.
Así que los paseos siempre fueron cortos, pocas ventas en las ferias y otro protagonista que casi me olvido de mencionar: los blandos y estúpidos paraguas. Estos «importantes» elementos urbanos, a veces, con tramontana mediante se convierten en figuras amorfas y surrealistas. Muy propias de las tierras de Dalí. En fin, paraguas de todos colores, paraguas por todo lados y paraguas a toda hora…
Girona © Marcelo Caballero
Figueres © Marcelo Caballero
Girona © Marcelo Caballero
Pero a pesar de ello en estos días de lluvia y tormenta, en la tranquilidad de casa, me acordé de lo que viví en un tormentoso atardecer, navegando en un barco por el río Amazonas rumbo a Manaos. Y busqué entre mis viejas libretas de viajes alguna mención sobre ello y descubrí un pequeño relato. Tan pequeñito que lo quiero compartir. Fue escrito (por la fecha) un día después de aquella tormenta: un 20 de junio de 1998
El fin del mundo
El Amazonas o Solimoes, como lo llaman acá, posee una textura diferente cuando llueve.
Se mire donde se mire, grandes nubarrones oscuros se yerguen sobre nosotros. Es realmente fascinante e increíble la visión de esas grandes nubes que amenazan continuamente con soltar sus pesadas aguas sobre nuestro barco.
De vez en cuando surgen pequeñas luces fantasmagóricas que destellan entre la espesura amazónica. La mayoría de ellas son de caseríos de colonos que viven tan aislados que parece mentira.
Ya anochece y de pronto un manto gigantesco de agua cae sobre el imponente río. Detrás, como por un vidrio opacado, emerge el verde oscuro del monte salpicado por una tenaz neblina.
El espectáculo natural está en marcha. El azul grisáceo profundo del cielo es una pintura renacentista al natural. Parece el fin del mundo.
Mi sensibilidad se hace aún mayor al escuchar en ese momento desde las entrañas del barco, la inconfundible melodía de Cascanueces de Tchaikovsky. Las trompetas y los violines entumecen mis sentidos y me dejo llevar mansamente por el desbordante cataclismo lluvial amazónico.
En un momento siento que vamos a desaparecer junto al barco que parece una pequeña nuez a la deriva entre las turbulentas aguas oscuras de la noche.
genial amigo, me encantò
te quiero mucho
gracias por la poesia
Omar!!! yo tanbien te quiero mucho!! y gracias por tus murales. Hasta pronto!!