Fotograma de Otoño Tardío (1960) de Yasujiro Ozu
Realizar buenas fotografías en espacios interiores reducidos requiere de mucha destreza e imaginación. Y más si se trabaja con un 50 mm. “una lente con un ligero efecto de teleobjetivo” como señalaba Wim Wenders en Tokyo-Ga, un documental realizado en homenaje al cine de su admirado Yasujiro Ozu.
Escena de Tokyo-Ga en donde aparece Yuharu Atsuta , operador jefe de cámara de muchas películas de Ozu
En mi caso personal, aprendí mucho de Ozu, a través de cómo intentaba solucionar los distintos problemas visuales que le acarreaba usar esa focal. Lo primero que advertí, al igual que Wenders (quien lo comentó en el film), fue el posicionamiento de la cámara, casi al ras del suelo, en un plano que Ozu lo bautizó “tatami”. Un auténtico descubrimiento innovador no sólo para solucionar la profundidad de escena en espacios internos. También por su profundo significado cultural: en el imaginario japonés es el punto de vista de quien está de rodillas sobre el tatami (esteras para recubrir el piso) como los habitantes de la casa tradicional japonesa. Y no sólo eso, Ozu usaba ese posicionamiento pero ligeramente en contrapicado (diferente a como lo utilizaban, en esa misma época, grandes fotógrafos como Ray Metzker o Sergio Larrain).
(Izquierda) Fotografía © Ray Metzker. Nueva York, mediados de los ’50
(Derecha) Fotografía © Sergio Larraín, Roma 1959
En ese contexto, ese efecto ligeramente en contrapicada del plano tatami no sólo descubría otros espacios como el techo y niveles elevados del interior de las casas. También con ese posicionamiento le agregaba a la composición más líneas en diagonales que potenciaban aún más visualmente la imagen.
Y todo ello con un 50mm. cuando lo más lógico (yo lo habría realizado así) sería utilizar un objetivo 24 o 28. Un auténtico visionario, Ozu y su fiel operador de cámara: Yuharu Atsuta; que, además, estaban convencidos que esa focal era la más cercana a la vista humana.
Fotograma de El ültimo Verano (1961)
Y allí no se queda mi asombro ante tanta destreza imaginativa fotográfica de Ozu. Además, componía en tres grados de profundidad para darle aún mayor sensación tridimensional a la escena.
Fotograma de Cuentos de Tokyo (1953)
Ozu dividía el encuadre en tres franjas verticales: izquierda, central y derecha. Y en esa división, los personajes solían ocupar la franja central de la pantalla (se sentaban en diagonal, nunca en paralelo). Una franja lateral servía como vía de escape para la vista e incluía luz, ventanas, superficies claras. Y la otra franja lateral, por el contrario, contenía obstáculos para la vista: sombra, paredes, superficies oscuras. Este juego de espacios (siempre en diagonal) generaba un gran movimiento circular a la casa (gente que va y viene), rompía con un espacio pequeño y claustrofóbico y se “oxigenaba” la fotografía.
Fotograma de Cuentos de Tokio (1953)
Y como decía Wenders, cada vez que utilizemos un 50 mm. en el mismo plano que utilizaba el gran director japonés “surgirá otra imagen, una imagen que ya no me pertenecía”.
Acerca de marcelocaballero
Marcelo Caballero. Fotógrafo, poeta
Es claro que el aporte de un punto de mira establece una imagen de tiene el encanto de descubrir el espacio como elemento narrativo.
cierto, Daniel Gracias por tu opinión!