“A pesar de unos toques recientes, el viejo Barrio Chino de La Habana seguía siendo el lugar sórdido y opresivo donde se arrinconaron por décadas los asiáticos llegados a la isla con la vana esperanza de una vida mejor y hasta el sueño, pronto asesinado, de acumular riquezas. Aunque en los últimos años las antiguas y cada vez más obsoletas sociedades chinas habían pospuesto su previsible muerte natural, transformándose en restaurantes –de ofertas grasientas a precios cada día menos módicos – que dieron vida y ambiente al barrio, la geografía de la zona seguía exhibiendo, casi descaradamente, un deterioro furioso, al parecer imparable, que emergía desde los hoyos callejeros, desbordados de aguas pútridas, para trepar por los latones repletos de desperdicios hasta alcanzar la verticalidad de las paredes, carcomiéndolas y derribándolas en más de un caso. Aquellas viejas edificaciones de principios del siglo XX, muchas de ellas convertidas en solares donde se hacinaban varias familias, habían olvidado hacía demasiados años el posible encanto que alguna vez pudieron tener y en su decadencia irreversible ofrecían un panorama de compacta pobreza” pág 138 (1)
“Le pidió al chofer que lo llevara hasta la esquina de 23 y L. Con agrado descubrió que aún a aquella hora final de la noche la intersección donde palpitaba el corazón acelerado de la ciudad seguía abarrotada de jóvenes difusos y adultos rastreadores de piezas prohibidas.
En el portal y los alrededores del cine, y del otro lado de la calle, junto a las rejas dedicadas a proteger los jardines de la heladería, una humanidad insomne de deslizaba bajo la mirada soñolienta de varias parejas de policías. Gays de todas las tendencias y categorías, rockeros sin escenario ni música, feroces cazadores y cazadoras de extranjeros y dólares, aburridos noctámbulos con primeras, segundas y hasta terceras intenciones parecían allí anclados…” pág 202 (1)
“Aquel Chevrolet fabricado en 1956, modelo Bel Air, de cuatro puertas y sin columnas, era considerado por los expertos como uno de los carros más <machos> que rodaban por las devastadas calles de La Habana. Conducirlo, mover con suavidad la palanca horizontal de los cambios y escuchar la conjugación armónica de su velocidad y su potencia, sentirlo deslizarse pesado, seguro, orgulloso, recibir el aire que penetraba por las ventanillas amplias como sonrisas felices, constituía la sensación más cercana al climax erótico que conocía” pág. 83 (1)
“La galería había sido abierta en uno de los palacetes de la avenida principal del reparto Kohly, muy cerca del puente del río Almendares. Era una construcción de la década de 1940, de puntal alto, muchos vidrios emplonados y una elegancia sosegada, una de esas estructuras capaces de resistir con dignidad el paso del tiempo y de las modas. Conde venció la breve escalinata que alzaba la mansión un par de metros sobre el nivel del mundo y traspasó la columnata del portal. Atravesó un espacio de granito reliciente y se asomó al portón abierto, dispuesto a tocar o anunciarse, cuando vio cruzar hacia él, desde el fondo de la casa, la figura inconfundible de la ninfa. Cuando la tuvo a unos pocos metros sintió cómo solo de ver a la mujer le ascendía desde la planta de los pies un calor similar al padecido la noche en que había visto al diablo. Pero este fuego era mucho mejor”. Pág. 216 (2)
“Otros recién llegados, antes y después de él, debieron mostrar el contenido de sus bolsos y alguno que otro hasta fue sometido a un registro corporal: como si fueran a tomar un trasbordador espacial hacia un destino galáctico y no una embarcación renqueante y lenta, embobecida por las vueltas en redondo que cada día, de sol a sol, año tras año, realizaba entre el rincón del puerto habanero conocido desde los tiempos de España como el Emboque de Luz y la otra ribera de la bahía donde se asentaba desde hacía cuatro siglos el pequeño pueblo de Regla, bautizado así gracias a la virgen andaluza y marinera allí depositada en tiempos de la fundación del caserío.. Por aquel tránsito sin variaciones previsibles, las dos o tres embarcaciones que cumplían el trayecto se habían convertido en una institución nacional y adquirido nombre propio en apretado singular: la Lanchita de Regla.” Pág. 186 (2)
Hasta pronto!
Textos extraídos de:
(1) La Neblina del Ayer. Leonardo Padura. Octava Colección Maxi Tusquets. mayo 2019
(2) La Transparencia del Tiempo. Leonardo Padura. Primera Edición en colección Maxi Tusquets. Enero 2020