Ocre, un pigmento iniciático
señalado como el primero utilizado por el hombre neolítico
sensible a su inspiración cromática
hace 90.000 a.C. nada más y nada menos.
Una época en donde se generalizó entre tumbas y ritos funerarios
extendido en capas bajo los huesos o recubriéndolos.
El ocre se encuentra en todos los continentes,
y en Marruecos nace y muere en convivencia con el desierto,
en un reciclaje casi infinito, cíclico.
Se desarrolla como una huella indeleble del tiempo en presente.
Su intensidad abruma a los artistas de la historia
como también a los pintores con prisas y cámaras.
El ocre se inmiscuye en los cuerpos
se nutre de zocos, de sombras y luces
en un devenir siempre iniciático.
Pisadas insustituibles, omnipresentes
que hablan de desierto, vida y Marrakech
en una infinitud tan intangible como sus arenas, sus dunas
en donde se multiplica su leyenda
como también la cotidianeidad de sus habitantes.
Merecido y sensible homenaje al ocre ¡Y qué escondido está en el círculo cromático! Un saludo
Hermosa Oda al Ocre y a Marruecos.
Bellas fotos claro que también.
Saludos con los colores de otoño en Buenos Aires, tan llenos de vida a pesar de las almas que no los perciben, ya sabés.. van caminando dormidas, anestesiadas y monocromáticas.
gracias Sofia por tus comentarios cómplices. Son un soplo de energía para seguir en todo ello. un abrazo grande!