Catedral de Braga – Portugal © Marcelo Caballero
Una ciudad dominada por iglesias antiguas y campanarios no parece ser para quien viaja una ciudad cualquiera. Ya sabía por algunas guías de viaje que Braga era y es el orgullo de la cristiandad portuguesa.
Y también sabía de la leyenda popular que contaba que el apóstol Santiago en su peregrinación por el Minho había nombrado a Saö Pedro de Rates primer obispo de la antigua ciudad.
Quizás por ello no le extraño encontrarse cara a cara con una barroca y monumental catedral, la más antigua de Portugal. Donde muchos años después, ya en el siglo XX sirvió de excusa y contexto al dictador Salazar para brindar un solemne discurso que inauguró su gobierno ilegal ante una multitud complaciente.
Todo esto rondaba en la cabeza de quien viaja apenas llegó con su compañera al hospedaje de Santa Zita ubicada justo detrás de esta mítica catedral. Allí le dio la bienvenida Antonia, la mujer que regenteaba la inmensa casona perteneciente justamente a la congregación cristiana de la Santa Zita .
Adentro todo era austero y silencioso. La casa de tres pisos semejaba un amplio invernadero de flores y macetas que confluía hacia un patio interior a la usanza de las viejas construcciones.
De lejos se escuchaban apenas los susurros de una oración que parecían provenir de un pequeño oratorio.
– Temos muitos quartos vazios. Não comece o seu problema. Fique quanto tempo quiser. Os peregrinos chegam apenas o fim de semana– señaló Antonia mientras subían las escaleras que los llevaría hasta sus aposentos.
La habitación también era austera. Una cama doble, un crucifijo gigante, un armario y una pequeña mesa. Sólo las paredes mostraban signos de abundancia: había por lo menos una docena de imágenes de Jesucristo. Jesucristo en la última cena, Jesucristo crucificado, Jesucristo bebé junto a María, su madre y muchos más Jesucristos.
A pesar de esa abundancia iconográfica, el silencio de la habitación se cortaba con tijeras. Entonces a quien viaja se le ocurrió preguntarle a Antonia si tenían algún libro para leer esa noche.
– Espere um minuto– dijo apresurada la administradora – e eu trago alguns. Fique confortável, por favor!.
Al rato retornó a la habitación con una gran sonrisa y tres libros. Uno de ellos era un antiguo ejemplar de las Selecciones de Readers Digest, otro era una revista de turismo de la época de Salazar y el último era una enciclopedia con fotografías de todas las iglesias de la ciudad que por supuesto eran muchas.
– Levante-se amanhã cedo e ir visitá-lo?. Eles estão mais bonitos nas fotografias e pode tirar fotos– dijo Antonia con informativa solemnidad.
Quizás para entrar en confianza o simplemente por cortesía, quien viaja le dijo que habían ido a Braga gracias a un libro de un escritor portugués.
– Ahh..si?– respondió sorprendida – e quem é?
– Observe voçé con sus propios ojos, fue premio Nobel de Literatura – dijo quien viaja con cierta ironía mientras le daba el libro.
Entonces Antonia dio unos pasos atrás y con cara de pocos amigos señaló:
– Deus meu!!!, Eu aconselho você a não ler. Ele é um herege e dar uma falsa idéia de nosso país
Luego de esa escena quien viaja se quedó un poco más tranquilo. Se imaginaba que el gran José Saramago no era un autor de su predilección pero que lo tachara de «hereje» colmaba ciertas expectativas de su visita a Braga.
Catedral de Braga – Portugal © Marcelo Caballero