La fotografía, que vemos aquí arriba, muestra el ejetreo diario actual de un mercado tradicional ubicado entre los antiguos anillos de la ciudad china de Xi’an. Este nombre dado a la milenaria ciudad durante la dinastía Tang significa en castellano: Paz Occidental.
Y ahora que lo pienso, viene bien recordar estas palabras en vísperas de nochebuena donde parece que lo que más festejamos es el consumo más que la esencia de este concepto, tan olvidado en estos tiempos.
“Paz occidental” o sea Xi’ am era considerada, mucho antes que la conociera Marco Polo, la puerta de entrada a la madre de todas las rutas. Me refiero a la Ruta de la seda.
La mayor autopista comercial terrestre conocida en el mundo antiguo partía desde tiempos inmemoriales con comerciantes y productos, haciendo diferentes postas, desde el corazón de China hasta las montañas del Asia central desembocando en Constantinopla (hoy Estambul).
Y el legado que unió a estos dos grandes universos: el occidental y el oriental fue tan íntimo y profundo que quizás sus culturas no sean tan diferentes como parecen. O no.
El tiempo pasó y la ruta fue perdiendo importancia comercial. Sin embargo y, a pesar de ello, se democratizó en el siglo XX, cuando buena parte de los viajeros occidentales comenzaron a tener acceso al bienestar y ello bastó para recorrerla. Pero los tiempos habían cambiado y los conflictos sociales y económicos han dificultado la travesía por esta parte del mundo hasta hoy.
Y entre estos osados caminantes hay uno que destaca por su perspectiva y análisis. Me refiero al viajero y afamado escritor de viajes inglés Colin Thubron.
Y aprovecho para recomendar la lectura de un libro que retrata su viaje por la ruta en el 2001: La Sombra de la ruta de la seda.
Thubron, a lo largo de las 400 páginas del ejemplar , pone énfasis en una crónica despojada del típico relato de un viajero egocéntrico; para dejar paso a lo que habla la gente que él va encontrando en el largo camino hacia Europa.
Y, a partir de esta perspectiva, describe los falsos nacionalismos y traza otros límites que no son sus fronteras políticas sino las tribales, étnicas, lingüísticas y religiosas de las culturas que la convergen. Y allí radica lo interesante de esta propuesta literaria – periodística.
En una entrevista concedida a la revista Sociedad Geográfica Española, el gran viajero se refiere justamente a esos escritores de viaje con mirada egocéntrica. “Siempre hay riesgo de acabar escribiendo de uno mismo, regocijándose del valor, del coraje que se ha demostrado. Pero lo importante son los países, las gentes que allí viven y su situación. Hay muchos que tienden a ese egocentrismo, pero no es casualidad que sus libros caigan en el olvido rápidamente”. (número 29 – enero 2008)
Para los que intenten realizar la ruta, Thubron señala que “ se necesita disponer de tiempo, de mucho, es la clave. Es un viaje que puede ser tremendamente duro y frustrante para el impaciente o para el que no disponga de tiempo”. (pág 37)
Esos más de 11.000 kilómetros de ruta son, en definitiva, uno de los más osados y siempre atractivos viajes que algún viajero puede afrontar, mezcla de mundo antiguo con la agitacíón de los tiempos modernos.
Estupenda recomendación…tomo nota.
si, es un buen libro para leer ahora que se viene el invierno…felices fiestas, Javier
La Ruta de la Seda es, quizás, el "gran viaje" en el Viejo Mundo. A mí me parece un periplo superlativo, de esos que te cambian la concepción del mundo y de la vida. Me produce fascinación y sana envidia: es el reverso de la vida sedentaria que llevamos el 99,99% de los "occidentales".
Si, es el gran viaje de los nómadas!! un abrazo, Rafa