Era un adolescente ávido de cine cuando me tocó vivir de pleno, entre otras cosas, la censura de la última dictadura militar argentina. Desconocíamos la existencia de muchas películas(por razonas obvias) que luego, en democracia, pudimos finalmente conocer.
La lista es extensa y excedería los límites de este post, se los aseguro.
Pero, de vez en cuando, se colaban por televisión algunas joyitas que valían la pena y doy por hecho que esos censores militares no tenían la menor idea de la profundidad semántica de las mismas y por eso circulaban. Creo yo.
Todavía me recuerdo, en la cocina de mis padres, frente a un viejo televisor Westinghouse, concentrado en la pantalla observando a un enérgico Kirk Douglas vestido de boxeador, a punto de subir a un ring y decidido a ser el mejor púgil del mundo.
Esta escena que pertenece a la película El Ídolo de Barro (1949) retrata la vida de un hombre dentro de un contexto de corrupción e intereses que introducen a su protagonista en el ambiguo y ficticio camino de poder y gloria. Un clásico del cine hollywoodense.
Esas tardes de calor, televisión y militares me enseñaron a entender algunas pautas que siguen teniendo mucha vigencia.
Los medios masivos fueron y son grandes fabricantes de ídolos que luego de un tiempo (unos duran más que otros) finalizan hundidos en el fango y, en el mejor de los casos, terminan siendo grandilocuentes estampas en una camiseta que por unos euros adornan luego tu cuerpo para lucir en la calle o en alguna fiesta.
Ayer mientras paseaba por Girona, me llamó la atención lo que mostraba el escaparate de un local de ropa femenina que tiene sucursales por todo España. Y ello me hizo reflexionar sobre el valor de esos iconos creados por los medios que en su momento tuvieron cierta significancia social o por lo menos fueron estimulados o reconocidos por la industria cultural.
Girona – Catalunya |
Como el boxeador Kelly ( Kirk Douglas), los Sex Pistols , los Jim Morrison son algunos ejemplos de ídolos de barro actual desprovistos de la significancia original, de los sueños que alguna vez tuvieron y como tantos otros más que con sólo sus nombres podríamos llenar un libro de 200 páginas.
Jim Morrison y la lengua de Andy Warhol – Girona – Catalunya |
PD: aunque si me pongo a pensar, Andy Warhol no debe sentirse tan incómodo en un escaparate. Supongo que era su esencia.
Un gran historiador de arte, Marc Fumaroli señaló en Público.es que «a partir de los sesenta, del pop-art y de Warhol, EEUU descubrió que ya no necesitaba la referencia de la tradición artística europea y que en sus supermercados tenía todo lo que necesitaba para manejarse en el mundo del arte. La sopa Campbell en lata era el equivalente al David de Miguel Ángel. Descubrieron que EEUU no era inferior a nivel artístico. Así se alcanzó la igualdad democrática entre artistas: Andy Warhol, que era un decorador de escaparates, se convirtió en el equivalente de Miguel Ángel».
Hasta pronto!!
Buen trabajo, Marcelo!!
Santiago Furnari
Saludos desde Mar del Plata!!
Gracias Santiago!!. que bueno saber de ti.. Un abrazo grande a la ciudad feliz!!