Olores humanos que se enraizan como ventosas en las narices y, mientras, quien viaja se abre paso por el gentío donde el aire escasea.
No muy lejos de allí un ejército de mendigos profesionalizaron con dignidad su piadosa necesidad y tapan su verguenza ante el sol con paraguas negros.
Todo es confusión y desorden. Entretanto, se acerca a las puertas prohibidas para el extranjero : el templo de Jagannath construído por el Raja Chodaganga Dev en el siglo XII en las entrañas de Puri a 500 km. al sur de Calcuta y en pleno corazón del estado de Orissa.
La peregrinación de gente en la celebración de Shiva (1 de marzo) es incesante, barroca. Se presiente una auténtica religiosidad en sus gestos, en sus ojos, en sus vestidos.
Se presiente una honestidad distinta a aquellos oportunistas que te dan permiso para que subas a las terrazas de los edificios de alrededores a cambio de unas cuantas rupias.
No muy lejos, en el templo de Konarak y bajo un calor sofocante, decenas de familias indias descansan bajo las palmeras disfrutando del fin de semana religioso y vibran a cada minuto con la música de sítaras y tablas que llega a borbotones hasta allí.
En otra parte, los hindúes se concentran en moler harina de coco que mixturan con azúcar, leche y almíbar en grandes parcelas para luego fabricar deliciosos bocados que los peregrinos devoran a toda hora en el mercado del lugar.
Y como en una salvación a la tórrida tarde, un excéntrico gordito de vincha con una manguera y un pequeño tanquecito de agua riega las cabezas de los feligreses como si lo hiciera con desahuciadas plantas. Y ellos entre alegres y despreocupados esperan pacientes entrar al templo, uno de los conjuntos arquitectónicos mas notables de la India, para encontrarse con Surya, su deseado dios del sol.