Ahora que se acerca la Navidad, me pongo un poco melancólico y rememoro gratos momentos de mi infancia cerca de la cordillera de Los Andes, en la lejana y desértica provincia argentina de San Juan.
Allí, como ocurre en muchas partes del mundo, la navidad se festeja de una manera diferente, más autóctona pero que no pierde ni un ápice de emotividad. Y la gente lo vive con mucha intensidad.
Junto a mis abuelos recorríamos, tanto en Navidad como en Semana Santa, los 70 km. que separan a San Juan capital de la zona del Vallecito. Y eso lo hacíamos para hacer promesas en el Santuario de la Difunta Correa, epicentro del más importante mito popular argentino religioso de origen indígena que aún el catolicismo no ha reconocido.
Durante estas fiestas tan importantes para el cristianismo, miles y miles de peregrinos optan por concentrarse allí y hacen grandes demostraciones de su fé a la Difunta.
Fieles de cualquier lugar del país, sin distinción social ni credo religioso, se unen en esta ceremonia que las jerarquías esclesiásticas de mi país ven desde siempre con muy malos ojos.
Cerro del Palo |
Y la ceremonia se repite igual todos los años. Los promesantes, como popularmente se los conoce, se dan cita alrededor del Cerro del Palo en cuya cima se ha construido una gruta. Y en ella una escultura de la Difunta tendida, con su hijo prendido al pecho izquierdo es la referencia inequívoca de culto para los promesantes.
Santuario |
La leyenda popular recuerda que allí, en ese preciso lugar, Deolinda Correa encontró la muerte cuando iba en busca de su esposo reclutado por las montoneras del caudillo Facundo Quiroga, a mediados del siglo XIX . (En 1975 se realizó un film que rememora todo este episodio)
Y su bebé salvó la vida amamantándose con leche de su madre fallecida durante tres días hasta que lo rescataron. Ante este hecho sobrenatural, el tiempo y la memoria colectiva se encargaron de convertir a esta mujer en una santa popular que comenzó a ser venerada -según datos históricos – a fines de ese siglo.
Y el ritual sigue.
Frente a la gruta, los promesantes se dirigen hacia un montículo de rocas que sirve de referencia al cerro y prenden multitud de velas alrededor. Y la cera pronto se derrite y corre por canaletas artificiales hacia un depósito devenido en bizarro lago, unos cincuenta metros más abajo.
Laguna de cera – Cerro del Palo |
Todo la pequeña colina está atravesada por una enredadera de escaleras anchas, techadas y adornadas por centenares de elementos de los automóviles de los fieles que los dejan allí en señal de promesa cumplida. La Difunta es considerada la protectora de las rutas argentinas. Y en cualquier lugar del país se pueden encontrar al costado de los caminos pequeños altares donde los transeúntes elevan sus plegarias de protección ante un eventual accidente.
Y el ritual sigue.
Los promesantes ascienden y descienden con mucha solemnidad. Peldaño tras peldaño en íntima comunión con la atmósfera. Algunos suben de rodillas, otros lo hacen maravillados en la contemplación surrealista de un increíble sembradío de maquetas de casas, galpones, bodegas, talleres, fábricas puestas allí por miles de devotos agradecidos.
Si lo desean pueden ver más imágenes en mi sito Web.
Y ahora me despido deseando a todos vosotros una feliz navidad y mucha paz !! hasta pronto!!
Una historia mágica y conmovedora.
Felices fiestas.
si…una gran historia.Felices fiestas, Agustín!!
Ay Marcelo, seguis emosionandome, yo como buena sanjuanina, te imaginas!!!!!!!! estuve alli hace 2 años, despues de 20 años que no iba a la Difunta, es emosionante, claro, cambio mucho, no se cuanto hace que vos no vas, pero esta mas organizado. Gracias Marcelo.un beso grande Adriana Norte
Yo estuve por última vez allí en el 2004. Me quedé dos semanas, instalado en una tienda, observando durante todo el día la vida de los promesantes. Fue emocionante todo lo que viví esa vez!!Otro abrazo para ti, Adriana!!