Le samana santa pasó pero el recuerdo del ovispo español Pedro Olmedo y de la lejana quebrada de Humahuaca en Argentina vuelve una y otra vez a a la mente de quien viaja:
«Humahuaca transcurre en cámara lenta y dormida en el caluroso mediodía jujeño. Quien viaja lleva como puede su mochila por todos los rincones de la plaza central y sabe que nadie le abrirá una puerta a esa hora. Menos la de la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria donde seguro los curas no están o fueron a almorzar o están durmiendo una regia siesta.
En fin….lo cierto es que busca a Pedro Olmedo conocido por todos como el obispo minero. Y quiere escuchar de su propia boca que hay de cierto de su legendaria historia de vida junto a los desfavorecidos mineros a centímetros del cielo que más se parece a un infierno.
Quien viaja está cansado y hambriento. Piensa: el obispo no está. La parroquia está cerrada. Entonces dirige su cansino caminar hacia un pequeño almacén donde compra unos tomates, pepinos y pan casero. Cerca de allí, unos puestos de artesanías resultan el lugar apropiado para sentarse y entonces desgrana todo su aparatejo culinario, lectura y descansa bajo la agradable sombra de las casas coloniales. El tiempo, el estúpido tiempo pasará volando se dice a si mismo.
Más tarde, vuelve a la iglesia y esta vez tiene suerte. Lo atiende alguien que parece un sacerdote. – “¿Usted es Pedro Olmedo?”
– “No, soy el padre Jesús – dice el religioso con un fuerte acento español
– “Mire, yo soy periodista y me gustaría charlar hoy con Pedro porque esta noche me voy para La Quiaca , ¿sabe?
El sacerdote lo mira con atención y contesta.
– No te preocupes. Mi hermano recién te va a atender a partir de las seis de la tarde. Ahora está en viajecito corto. ¿vale?”.
– Claro – se apresura a decir quien viaja – otra cosa Padre…..le molesta si dejo mi mochila en la parroquia así paseo un rato por el pueblo ¿puede ser?.
El sacerdote lo vuelve a mirar con una sonrisa amplia.
– ”No hay problemas. Venga, traiga su equipaje que lo ponemos en su oficina”.
A la hora señalada quien viaja vuelve a la iglesia y lo atiende Pedro Olmedo en persona. Parece más joven que su hermano y lo lleva hasta su oficina ubicada en el centro del complejo parroquial frente a un coqueto jardín con aljibe.
Sin preámbulos comienzan a hablar de todo, de su vida apostólica en Jujuy desde 1972, de los extranjeros que vienen al norte, de lo difícil que fueron todos esos años, de su Sevilla natal, de su bronca cuando lo tildan de obispo de izquierda o “ rojo”. “Me importa muy poco – dice el obispo – estoy para ayudar a la gente nada más”. Reflexiona sobre su participación activa en huelgas y manifestaciones de trabajadores y desocupados, de la pobreza del lugar y del avasallamiento de las tierras de sus collas, de su cultura.
Sin embargo la rica charla de pronto se corta por una escena un tanto surrealista que proviene desde la profundidad del lugar.
Resulta que sin pedir permiso un lugareño entra al salón y pone sobre el escritorio del sacerdote una guitarra criolla. “Padre, se la regalo”.
Olmedo sin perder la calma contesta con total naturalidad. “Pero, ¿por qué me la das? si con ella tocas en fiestas”. El paisano abre los ojos como dos huevos duros y señala: “Padrecito, se la doy porque he decidido dejar de tomar y el regalo es una promesa”.
Entonces el obispo se levanta de su silla, se pone las manos en la cintura y le dice: “¡Pero déjate de embromar, hombre!, ¡la guitarra te va a servir para hacer canciones!. Llévatela por favor!!!.. El lugareño asiente como un autómata con la cabeza y retrocede poco a poco hacia la puerta.
Entonces el obispo sin perder la postura enérgica inicial continúa. “ mejor prométele a Dios que dejarás de emborracharte. Nunca tienes que regalar la guitarra. ¡¡¡Jamás!!! Es como una mujer. ¿regalarías a tu esposa?“.
Jeje, buena frase la última Marcelo…
Oye, please, una cosita, podrías cambiar el título del blog? Es Bdílé (no Boilé jeje).
MUCHÍSIMAS GRACIAS! Un abrazo,
-Ana Himes-
http://www.anahimes.es
gracias Ana, gracias por decirmelo!!….me encanta tu blog!!