Desde el punto de vista histórico literario o histórico artístico, parece que los únicos que deambulaban por las calles con una actitud voyeurista o crítica eran sólo hombres. Por eso siempre hablamos de flâneur e invocamos a Charles Baudelaire, Walter Banjamin o a los situacionalistas. ¿y las mujeres, no existía la flâneuse en ese imaginario?. Una pregunta que intentaré conjeturar a través de las palabras de algunas autoras que bien vale la pena conocer en profundidad.
En su ensayo Flâneuse Women walk the cities, Lauren Elkin reclama el derecho a la ciudad para la flâneuse, para la paseante. “Reclamamos nuestro derecho de enturbiar la paz, de observar (o no observar), de ocupar (o no ocupar) y de organizar (o desorganizar) el espacio en nuestros propios términos” escribe a modo de conclusión de su texto.
“La paradoja – señala Anna María Iglesia en una excelente nota en la revista Altair – es que si en verdad las mujeres no son admitidas dentro del espacio urbano como símbolo de decoro, aquellas que aparecen en la narrativa urbana vuelven a ser, una vez más, las prostitutas, figuras prohibidas y a la vez las únicas aceptadas dentro del escenario urbano».
“El caminar femenino – nos recuerda Rebecca Solnit – suele ser entendido como una exhibición o un espectáculo más que un traslado de un lugar a otro, y ello porque supone que las mujeres caminan no para ver sino para ser vistas”.