Colores abruptos entrelineados, cortados,
despojados de graduaciones
de límites, de fronteras.
Colores que no se solapan aunque se juntan
pero no se conmueven.
Colores que no sienten gradualmente su pasión,
se cortan para no inmiscuirse con los demás.
.
Les encanta llegar al límite del precipicio
como si se prepararan para ingresar a un hospicio cromático;
pero no,
el último paso lo dan hasta allí, en esa frontera.
Y desde esa inhóspito límite, se observan a sí mismo
y en su abruptez representan algo primitivo
brutal de solidez primaria;
letal ante el resto, ya sean secundarios o primarios lugartenientes de color.
.
Entonces, los colores abruptos representan un profundo cauce
que soporta vertiginosas vertientes de líneas, formas,
las concentra.
Y así se pasan el día soñando sobre como pasar desapercibidos
pero sólo logran ser una presencia crónica en la composición.
Y nunca se andan con adivinanzas porque son simples y poderosamente austeras
sin alardes ni adornos superfluos.
Son formales en lo abrupto,
les gusta la adrenalina del vértigo:
consumarse en el escarpado acceso a su color
a esa superficie difícil de transitar por otros colores.