Un viejo mongol golpea el poderoso glúteo que el gladiador siente como si fuera una suave palmadita al bebé.
La criatura, de 100 kg. se entrelaza en un intrincado juego de fuerza con su contrincante, un mongol voh. Este popular deporte se practica de la misma forma desde hace siglos con la misma vestimenta, las mismas reglas y el mismo fervor del público.
Lo practican la mayoría de los jóvenes del país. Y los mejores, seleccionados de combates provinciales, se enfrentan en un importante certamen final en el estadio nacional de Ulan Bator.
Entretanto, los poderosos colosos se miran unos minutos y vuelven a entrar en acción. El primero que cae: pierde y con mucha cortesía se saludan. Luego el ganador se apoya con sus manos sobre sus fuertes rodillas mientras el viejo árbitro mongol le pone en la cabeza un señorial gorro.
El mastodonte humano con sus botas terminadas en punta (gutuls) sale corriendo hacia el palco central con los brazos en alto ofreciéndose al público que lo vitorea.
En un momento su mágica corrida se convierte en lenta y ridícula. Estos fortachones no tienen gracia para el baile y menos cuando imitan el vuelo de un águila al final de la ceremonia de su lucha.
Posteriormente se dirigen al costado del escenario, un improvisado altar de los guerreros. Allí los niños, que los idolatran, les ofrecen airag (leche de yegua) y pedacitos de queso que el gladiador de la estepa mongola regala entre los espectadores en su mayoría críos y familiares.
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¡Que bueno sería poder fotografiar el evento! Pero que lejos está Mongolia… casi al otro extremo del mundo…
Hola Carlos..yo agregaróa que Mongolia es el patio trasero..ya te explicaré porque…un abrazo