“Nada es original. Roba de cualquier lado que resuene con inspiración o que impulse tu imaginación. Devora películas viejas, nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, arquitectura, puentes, señales de tránsito, árboles, nubes, masas de agua, luces y sombras. Selecciona solo cosas para robar que hablen directamente a tu alma.
Si haces esto, tu trabajo (y robo) será auténtico. La autenticidad es incalculable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar el robo, celébralo si tienes ganas. En cualquier caso siempre recuerda lo que dijo Jean-Luc Codard: “No es de dónde sacas las cosas, es en donde las pones”. Esa fue y es la gran carta de presentación de Jim Jarmusch, el gran director del cine independiente americano.
En especial, esos «robos» los descubro en Extraños en el Paraíso (1984) donde invoca los fantasmas visuales de Robert Frank o Bruce Davidson por citar algunos fotógrafos importantes de fines de los ’50 y principios de los ’60 quienes dieron nombre y apellido a los perdedores en el supuesto bienestar americano: sueños inconclusos de adolescentes y jóvenes sin trabajo y que se repite cíclicamente a lo largo de estos tiempos de capilatismo tardío.
“Mi propia soledad y melancolía – señala Jarmusch – Esto es parte de la vida y siempre me he sentido como un forastero en muchas formas, ¡estoy seguro que no puedes imaginar porqué! Pero en la misma forma que utilizo el humor, la incomunicación y cosas que surgen de malentendidos. Todas esas cosas coexisten, entonces, trato de que coexistan en un personaje o en una película”
Dichas fotografías como fragmentos visuales congelados en un tiempo atemporal, siempre vital que traspasa, con buena fortuna, el tiempo de su generación y nos desafía como si se tratara de un espejo que articula el mismo nihilismo, el mismo desasosiego de siempre en los mismos perdedores de esta sociedad que, con pandemia mediante, en la actualidad va in crescendo y avanza con fuerza en esta suerte de contemporaneidad inconclusa.
Imágenes verosímiles de vitalidad escandalosa que en la mirada de Jarmusch o en Frank y sus amigos siempre está ahi para aclararnos que se trata del mismo naufragio de siempre que no sorprende y nos invita a zambullirnos una vez más, en estos momentos a la deriva o muertos que cada día nos debemos enfrentar.
«Hago películas sobre las pequeñas cosas que ocurren entre los seres humanos. En la mayoría de las películas, si un chico recibe una llamada de teléfono de su novia, el siguiente plano que se insertará en la sala de montaje será el del chico llegando a la puerta de la casa de su novia. Sin embargo, yo estoy más interesado en lo que le ocurre de camino a la casa que en las otras dos secuencias. ¿Qué vio el chico en el tren? ¿Qué comió? A mí me interesa lo que ocurre en el medio“ subraya Jarmusch.
Hasta pronto!