Eso se preguntaba Roland Barthes en su libro Camara Lúcida para alcanzar una conciencia más profunda y personal de la relación entre una fotografía y el mundo real. Al hacerse esa pregunta, el gran semiólogo y escritor francés tenía como principal preocupación la corporeidad de la imagen, y su capacidad para provocar una respuesta física.
“Es como si la Fotografía siempre llevara consigo a su referente, ambos afectados por la misma inmovilidad amorosa o funeraria, en el centro mismo del mundo en movimiento: están pegados, miembro a miembro, como el condenado y el cadáver en ciertas torturas; o incluso como aquellos peces que nadan en hilera, como unidos en un coito eterno» ilustra Barthes.
«La Fotografía pertenece a esta clase de objetos laminados cuyas dos hojas no pueden separarse sin destruir ambas: el cristal de la ventana y el paisaje” comenta Barthes. Y es en ese punto: “en el cristal de la ventana y el paisaje”, para el semiólogo se producen dos calidades de experiencias distintas: STUDIUM y PUNCTUM
“El studium es ese inmenso campo de deseo despreocupado, de varios intereses, de gusto inconsecuente: me gusta / no me gusta. El studium es el orden del gustar, no del encantar; moviliza un medio deseo, una semivolición; es la misma clase de interés vago, resbaladizo e irresponsable que uno siente por la gente, las diversiones, los libros y la ropa que uno encuentra ‘correctos’”
En lo que se refiere al punctum señala que “en ocasiones (por desgracia, pocas) me atrae un ‘detalle’. Noto que su mera presencia cambia mi interpretación, que estoy contemplando una fotografía nueva, marcada en mis ojos con un valor superior. El detalle viene dado por casualidad y por nada; la escena no está en absoluto ‘compuesta’ de acuerdo con una lógica creativa. Con el fin de percibir el punctum, ningún análisis me serviría de nada. Basta con que estando justo allí en la página, yo lo recibo justo aquí en mis ojos”.