Cruce de los Andes en bici. Parte 1

A mediados del 2004 tomé una aventurada pero maravillosa decisión. Me compré una mountain bike, le incorporé unas alforjas, entrené un poco y con dos cámaras analógicas Nikon y varios rollos de Fuji Velvia 50 y Kodak 100 VS partí junto con mis ilusiones desde el entonces Km 0 de la mítica ruta 40 en Mendoza (Argentina) en dirección norte; hasta su finalización en Jujuy, muy cerca de la frontera con Bolivia. (ver nota)
Durante esos 1600 km. conocí varios pueblos y recopilé varias historias a la vera del camino. Pero lo más importante fue que nacieron muchas amistades. Entre ellas,  la de dos cicloturistas que luego me acompañaron en gran parte del recorrido: Guy Holbrow (inglés) y Piergiorgio Bertoli (italiano). Y las amistades, a veces, se vuelven metafóricamente «peligrosas». Ya que luego de finalizar el periplo de la ruta 40 en Abra Pampa decidimos comenzar otra mucho más intrépida: cruzar la cordillera de Los Andes.

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Para ello retornamos a San Antonio de los Cobres donde conseguimos alojarnos en las instalaciones del Ejército. Enseguida comenzamos a repasar los mapas para realizar semejante aventura. Recuerdo que aún en esos momentos dudábamos si pedalear por Paso Sico (Salta) o por Jama (Jujuy). Sabíamos que los dos pasos internacionales eran muy altos pero finalmente nos decidimos por el primero aconsejados por el suboficial Pedro Antonio Pedro Antoino Lamas. Este militar nativo de la zona es, además, un destacado escalador condecorado por el Ejército argentino con el Cóndor de Plata 2004 por su contribución a la montaña.

“Quédense tranquilos muchachos, para abastecerse de agua tienen a Olacapato, Catúa y Paso Sico. Ahora voy a hablar por teléfono a los gendarmes para que los esperen” nos dice Lamas y señalando el mapa desplegado sobre la mesa del comedor militar nos informa que “tengan cuidado después de la gendarmería chilena. Lleven la mayor cantidad de agua que puedan. No van a encontrar nada en más de 100 km. de ripio y dos espectaculares subidas”. Finalmente, al cuarto día de estar en esta pequeña localidad de 7000 habitantes, partimos bien temprano por la ruta 51.
El entusiasmo pronto nos embargó. A la altura de la abandonada mina El Porvenir, el camino se desdoblaba en dos. Por uno se iba al Viaducto La Polvorilla por donde pasa el Tren de las Nubes. Pero nosotros tomamos el otro. El que nos llevó por ondulantes caminos de cornisa que en forma de caracol, poco a poco, nos fue acercando al primer gran obstáculo de la aventura: el Abra Chorillos (4560 msnm).
Pier y yo llegamos con lo justo al abra pero Guy otra vez se retrasó. Sufrió una leve descompensación cerca de la cima y debimos ir a buscarlo y subió caminando sin mayores problemas.

Guy, yo y Pier. Abra Chorillos (4560 msnm) – Salta – Argentina

Luego, en el abra, brindamos con una botella de agua con sales hidratantes por el logro conseguido. Pero no hubo tiempo para más. Se avecinaban  más problemas: enormes nubarrones se acercaban peligrosamente desde el oeste a nuestra zona y nuestras bicis  podían ser potenciales pararrayos. Sin perder el tiempo comenzamos a rodar cuesta abajo lo más rápido posible entre cerros de extrema belleza con diferentes gamas de marrones, amarillos y vicuñas que pastaban en pequeñas vertientes sobre la árida meseta.

A media tarde llegamos muy cansados a Olacapato que con sus 4.090 msnm es el pueblo más alto de Argentina. Y nos dirigimos a la escuela del pequeño asentamiento minero tal como nos recomendó Lamas.
El director del establecimiento Salomón Ordoñez, amigo del escalador, no tuvo inconvenientes en hospedarnos en la biblioteca. Enseguida improvisamos un pequeño taller de reparación ante la mirada curiosa de los niños: Pier trataba de arreglar un rayo roto de la rueda trasera y Guy «peleaba» con la rotura del emplazamiento de una de sus alforjas delanteras. Entretanto yo devenido en soldador con mediana fortuna. Un par de horas después habíamos solucionado todos los problemas. Era hora de descansar un poco.

Escuela de Olacapato – Salta – Argentina

El pueblo de 250 personas, vive en condiciones muy precarias. Los pocos que tienen aún trabajo lo hacen en una fábrica que produce borato ( materia prima para la confección de detergentes y algunos productos farmacéuticos) que se exportan a Brasil.
Salomón nos explicó que ”hacemos lo posible desde la escuela para que por lo menos los niños estudien y coman algo. Pero es difícil, el dinero no alcanza para nada”.
A la noche nos invitó a cenar y pasamos un grato momento junto a su familia y escuchamos un poco de buena música folklórica argentina como el carnavalito: Soy Fronterizo

 A la mañana siguiente partimos un poco tristes hacia la gendarmería argentina de Paso Sico sin sospechar que me iba a suceder el peor de los problemas. Pero se los seguiré contando en el próximo capítulo…

Continuará

Acerca de marcelocaballero

Marcelo Caballero. Fotógrafo, poeta
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Una respuesta a Cruce de los Andes en bici. Parte 1

  1. Jan Puerta dijo:

    Hurgando en tus entradas pasadas, encontré esta maravilla. Hace un par de años, coincidí con un Japhy, un nepalí con nacionalidad estadounidense que viajaba desde Estados Unidos hasta el cono sur en bicicleta.
    Estuvo dos días en casa.
    Hoy leyendo esta primera parte me traes a la memoria mi pasado en bicicleta por los puertos miticos franceses.
    Un abrazo

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