«…Las atrocidades cometidas por los conquistadores y descritas por el ovispo Bartolomé de las Casas que fue testigo ocular de lo que debió de ser la mayor de todas las guerras de exterminio, son inimaginables…« señalaba Norman Lewis en un párrafo de Genocidio, crónica – relato publicada en Sunday Times en 1969 y en el que describía las masacres, el robo de tierras y el genocidio que ocurrieron hasta esa fecha en la Amazonia brasileña. (Nota: este año Altair editó con gran acierto el relato por primera vez en castellano en El Expreso Rangún, Genocidio y otros relatos de Norman Lewis).
El impacto de semejante denuncia social en un diario tan importante de aquel entonces llevó a la creación de Survival International, la primera organización creada a favor de los derechos humanos de los indígenas de todo el mundo. Y aún hoy sigue denunciando atrocidades.
El relato que a continuación reproduciré, pretende ser un pequeño homenaje a la lucha de los asháninkas por la supervivencia de su cultura amazónica. Esta crónica la realicé luego del complicado viaje de 1998 a la Selva Central peruana.
Posteriormente las conclusiones finales de la investigación sobre la cultura asháninka fueron publicadas en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata (Argentina) .
Visita a los asháninkas
«Con el firme propósito de internarme en la selva, arribo en un desvencijado bus a Satipo, un pequeño poblado del departamento de Junin en pleno corazón de la Amazonia peruana. Llego cansado y con problemas estomacales, las 12 horas desde Lima fueron agotadoras con cruces a 4000 msnm en la cordillera de los Andes.
Mi ambición por conocer de cerca la vida del mayor pueblo indígena de Perú: los asháninkas (mis paisanos en arawak) está próxima a cumplirse. Sé que la travesía será dura, soy forastero y el primer golpe surge cuando percibo que no me reciben con los brazos abiertos. Me miran con desconfianza y esto tiene lógica.
No hace mucho esta zona fue epicentro de graves problemas con la guerrilla operada por Sendero Luminoso y donde murieron muchos pobladores y entre ellos cientos de indígenas.
Sin amedrentarme por ello me hospedo en un bullicioso hotel barato del centro y al día siguiente bien temprano conozco a quien será mi guía en esta primer etapa.: Guillermo Ñaco Rosas, un joven de 35 años y uno de los jefes del pueblo asháninka de la región central del Perú..
«¿Eres periodista?», me pregunta curioso. Le digo que si y le explico que mi intención es vivir un tiempo en una comunidad de indígenas de la zona para hacer una investigación semiótica – lingüística para mi facultad. Le muestro mis credenciales y sonriente me dice: “Me parece muy interesante todo esto. Te voy a ayudar. Pero antes quiero que me acompañes al Valle de Pangoa. Me podes ser útil” .
Unas horas después partimos junto con su esposa , su pequeño hijo y varios ronderos (guías) indígenas al valle distante a unos 150 km. al sur en plena ceja de selva.
Durante el camino me da algunos indicios de lo que vamos a hacer. Visitaremos la comunidad de Río Blanco, epicentro de recientes tensiones con colonos agrícolas que se quisieron adueñar de sus tierras.
Los asháninkas enfurecidos los expulsaron a puro arco y flecha y “ atravesaron cientos de troncos en el camino para que no puedan entrar con sus camiones” cuenta orgulloso Ñaco dueño de un título de sociología logrado en Lima gracias al apoyo económico de organizaciones gubernamentales europeas que asisten a este pueblo desde hace años
Por eso llegar al lugar no es fácil. Pronto debemos dejar de lado el jeep y nos internamos a pie por la selva. Hacemos noche y fogata en un paraje selvático llamado Boca Quiatari . Allí se nos une su padre Vicente Ñaco que con sus 72 años parece un patriarca sabio de historias. Me convida una taza de masato (bebida alcohólica casera a base de un tubérculo llamado Yuca) y mientras degustamos de unos pescados fritos me confiesa haber conocido al Che Guevara. “Allá por el ’65 pasó por acá. Lo vi nada más que de lejos. No pude charlar con él. Sólo sabía que era un importante jefe y era argentino como tú, no?” señala este hombre que luce tranquilo. Me cuenta que históricamente su familia ha sido líder natural de su pueblo y al igual que su hijo, él también fue un importante jefe de la región.
Seguimos la marcha. Atravesamos varios pueblos asentados a la vera del camino. La mayoría de sus habitantes subsisten trabajando para empresas madereras. Algunos me paran, me piden comida; otros, dinero. Por todos lados veo niños mal vestidos y mujeres tristes.
La selva alterna con pequeños cerros y ríos cada vez más torrentosos. De a ratos la jungla se hace impenetrable y los caminos invisibles. Cruzamos rápidos y puentes construidos con troncos, hasta que por fin llegamos a la comunidad de Río Blanco.
El fútbol no tiene fronteras
El poblado de 200 personas se encuentra a lo alto de una colina. A pesar que estamos cansados de tanto caminar, nos prendemos en un picado de fútbol. La mayoría juega descalzo sobre la agreste tierra roja amazónica. Es extraño verlos jugar a la pelota con largas túnicas color marrón llamadas kushmas. “Argentino, Maradona” me gritan, pero no juego como el gran Diego aunque meto un gol para alegría del equipo.
Esa noche tengo la primer desventura. Las mujeres nos sirven la especialidad de la casa: caracoles gigantes hervidos!!. Desisto, ¡no puedo comerlos!. “No hay problemas” me dice Fernando, el jefe de la comunidad. Al rato me trae un pescado frito envuelto en hojas de plátanos que lo devoro en segundos.
La gente de la selva se muestra amable y atenta. La noche es profunda y entre masato y más masato logran que baile y mis torpes movimientos desencadenan muchas risas.
Se corre la voz que llegamos y, ante mi sorpresa, un poco después del amanecer decenas de nativos de otras zonas merodean por mi choza y los niños se acercan para pedirme chocolates. Cerca del mediodía se realiza una asamblea general presidida por Ñaco Rosas, evalúan los daños ocasionados por los colonos y realizan una carta para entregar a las autoridades legislativas del país. “Cuando regresemos, quiero que me acompañes a Lima, necesito que transmitas esta información a los medios de comunicación más importantes” especificó el jefe asháninka.
Me sentí halagado, útil ante la perspectiva de defender los derechos humanos de los indígenas tan pisoteadas en el ultimo siglo por colonos, narcotraficantes, misioneros y guerrilleros.
Al rato se me acerca en presidente de la comunidad, Fernando Mahuanca y me dice “ Esto es para que no nos olvides y que la selva te protega” al tiempo que me pone en el cuello un collar de dientes de mono pintados con delicadeza por las mujeres del poblado. No nos podemos quedar mucho tiempo más, esa misma tarde emprendemos la vuelta a Satipo con un montón de fotografías, anécdotas y la idea fija de internarme más adelante en la selva peruana.
hola amigo y buen amigo de nuetros hermanos ashaninka soy un hijo de una cumuninad nativa de bajo marankiary que esta situado a 40 minutos de la ciudad de satipo por la margen isquierdo de rio satipo mi cumunidad lleva el nonbre CN EL MILAGRO Y MI NONBRE ES ABEL CASTRO LUNA radico mucho tienpo aqui en lima. yo sali de mi cumunidad de muy pequeño para seguir mis estudios soperiores ya que en mi cumunidad no pudian ayudarme por falta de recursos economicos, lo cual llegue aqui en lima sin conoser es muy triste pero logre no mucho pero me sirve para mi , estudie una crrera tecnica que hoy en dia me dedico en ella , bueno mi motivo de escrivirte es para felicitarte por lo que estas aciendo por ellos y lo que estas investigando y me ofresco vuluntariamente para poder ayurdate en algunas cosa en tu investigacion, cuando sea necesario, es cierto que a vido abuso y siegue abiendo mucho atropello por parte de los autorides que nos siguen marguinandos la verdad es penoso pasar estos enpleno siglo 21 se sigue viviendo la descriminacion. es todo lo que pude escrivirte que sigue adelante. porciacaso te dejo mi coreo JHACL_1978@HOTMAIL.COM
Gracias por escribir, Abel. No sabes la alegría que me da que lo hayas hecho. Estaremos en comunicación pronto y desde ya cuenta conmigo para lo que quieras tu y vuestra comunidad.