Luego de la primera parte de mi viaje, retorné a Satipo (Junín) para ultimar los detalles de mi nueva aventura. Se avecinaban inconvenientes. Pero dejemos que el relato se encargue de describirlo:
Viaje por el Rio Tambo
«En Lima las cosas ocurren mejor de lo que esperaba: los medios se hacen eco de los reclamos indígenas . Entretanto Guillermo Ñaco Rosas y su comitiva se presentan en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento peruano para conversar con funcionarios y gobernantes. Y logran, entre largos discursos y cartas, que sus reclamos sociales sean escuchados por los políticos.
El jefe asháninka satisfecho por mi trabajo en Lima decide darme una carta que actuaría como un salvoconducto para mi viaje por el río Tambo.
La misiva va dirigida al jefe de la comunidad de Cheni. Un permiso para que pueda vivir allí. “Con estos certificados firmados por todos los jefes de la zona no vas a tener problemas en la selva” me dice en su pequeña oficina de Satipo.
De esa manera comienza la segunda etapa de mi travesía.
Vuelvo a sumergirme con mucho entusiasmo en mi nueva aventura.. De un pequeño embarcadero de la misión Franciscana de Puerto Ocopa a 50 km. de Satipo parto aguas abajo por el río Tambo. El pasaje no es nada caro. El catamarán atestado de gente y barriles de petróleo se dirige a Pucallpa, una localidad fluvial sobre el Ucayalli, importante afluente del Amazonas.
Elijo ir a la comunidad de Cheni por consejo del padre franciscano Teodorico Castillo. “Ahí hay monjas católicas que te van a tratar muy bien” me dijo el día anterior el director de la antigua misión fundada en 1905.
Le hago caso sin saber que comienza mi segunda desventura.
Cuatro horas de navegación bastan para llegar al poblado. En la ribera las mujeres lavan sus ropas y cuando bajo de la embarcación sus expresiones son de recelo. No me sorprende esa actitud ya que estos pueblos sufrieron mucho durante los últimos años debido a la guerrilla y no les gustan los extranjeros. De pronto dos indígenas se me acercan y me apuntan con unos anticuados rifles que parecen sacados de una vieja película de John Wayne. Igual me amedrenta un poco. “Quién es usted?” me dice uno de ellos. “Que hace acá? “ me interroga el otro. Y me lo vuelven a repetir con más énfasis. Me acerco unos pasos y les digo, con mucha calma, que me gustaría hablar con su jefe. “Él no está, vuelve a la tarde. Se fue de cacería” señala el más bajito con tono monocorde.
Las cosas parecen no estar bien por allí y me llevan a una choza ribereña que está llena de hormigas. «No se mueva de acá. Después vendrá a verlo» me ordena imperativo el más alto.
Con un calor agobiante espero cinco horas hasta que por fin a media tarde aparece. Con una sonrisa eterna, el presidente de la comunidad se presenta: ” Martín Roberto Camacho para servirle. Disculpe el altercado de hoy ”. ”No hay problemas” le digo con cierta ironía y empezamos a conversar sobre mi llegada.
A pesar que yo le muestro mi documentación especial, él no confía en mi y dice no estar enterado de mi llegada. Entonces convoca a todos los hombres del pueblo a una asamblea pública para decidir si me quedo o no.
Durante esos dificiles momentos conozco a dos monjas españolas que desde hace treinta años dirigen la escuelita del poblado. Les pido que me ayuden pero no hay caso. Los indígenas votan para que me vaya bien temprano al otro día. La noticia no puede ser peor. Despliego el mapa que llevo en el bolso y doy cuenta que a media hora aguas abajo está la comunidad de Poyeni. No lo pienso dos veces.
En una inestable canoa a puro remo partimos al amanecer con uno de los que me apuntó con el arma el día anterior. El río es tan torrentoso que tengo miedo de perder mi mochila, cada turbulencia de agua que atravesamos es un suplicio. De esa manera llegamos a una extensa playa cerca de donde el río hace un codo para dirigirse en forma casi vertical hasta el Ucayali. Me despido del indígena y levantó la vista: Poyeni surge a lo alto de la colina.
A diferencia de la comunidad anterior, sus pobladores son indiferentes ante mi presencia. Quizás porque hace mucho calor y la mayoría duerme la siesta. Sólo algunos niños corretean por allí.
Con el poco ánimo que me queda le pregunto a los chicuelos donde queda la casa del jefe. Por suerte hablan un rudimentario castellano y me señalan divertidos que siga por esa calle de tierra.
La casa de Delio Ríos se encuentra a unos 100 metros, en el centro de un poblado, conformado por casas pequeñas, de madera y techos de paja. Casi no hay vegetación a pesar que estoy en medio de la selva. Allí lo encuentro y me invita a pasar a su humilde choza. Me sorprendo al ver a una persona tan joven a cargo de la comunidad. Con tan sólo 22 años, está casado y tiene un pequeño hijo.
Le cuento quien soy, le muestro mis autorizaciones y los motivos de mi visita. “ Si quieres quedarte tienes que prometerme que me vas a ayudar cuando vuelvas a Satipo. Necesitamos dinero para darle de comer a nuestros hijos” señala Delio. Le prometo hablar con Ñaco Rosas y al otro día me presenta ante su pueblo en una asamblea pública. Por suerte esta vez no me echan y durante los siguientes dos meses vivo con ellos. Las desventuras parecen haber llegado a su fin.
Alejado del smog
La vida en la selva comienza bien temprano. A esa hora se respira aire bien fresco y es hermoso. Pero unas horas después todo cambia y el calor comienza a sentirse en toda su intensidad. La temperatura no baja de 35 grados a la sombra al mediodía!!! Por eso trato de levantarme apenas despunta el sol y desde mi cama de juncos prendo el calentador y me hago el desayuno ante la curiosa presencia de pequeños que gustan mirarme por entre las cañas de mi pequeño dormitorio. Así todos los días. Al principio les regalo chocolates, caramelos hasta que a la semana me quedo sin golosinas.
Alrededor de 200 de estos chiquilines van a la escuela primaria de la comunidad. El primer día hago mi entrada triunfal a sus aulas. “Atención, niños, tienen una visita” les dice el maestro bilingüe asháninka Casimiro Aguirre quien con el tiempo me enseña algunas palabras en su lengua. “ Me recibí de maestro bilingüe el año pasado en Iquitos donde hay una escuela dirigida por indígenas” cuenta.
De vez en cuando me voy al campo a cazar jabalíes, los asháninkas son grandes cazadores, o remontamos el río para buscar plátanos en algunas chacras de la región. La vida en la selva es sencilla y durante las tibias noches que me quedo con ellos me reúno con los asháninkas en fogatas populares donde me nutro de la sabiduría de este pueblo. Y la naturaleza nocturna me devora, me atrapa y pienso que en este rincón del planeta existe la esperanza.
Olá Marcelo, belíssimo trabalho, na minha juventude eu também gostava muito de fazer esse tipo de trabalho, mas hoje confesso que não aguento mais essas picadas de insetos, virei um fotógrafo urbano que gosta de ficar em hotéis confortáveis…rsrsrsr…um grande abraço e parabéns pelo trabalho. Dorival Moreira
mi vida es más sedentaria y urbana; veo que tú te mueves por el mundo gozosamente…
gracias por la visita y el paseo
Dorival!! recuerdo que me acostaba a dormir muy temprano por temor a las picaduras. De noche solo acostumbraba a estar junto a una hoguera pero sino en la cama con un mosquitero y con todo tipo de arañas alrededor!!.. Pero ser fotógrafo urbano tambien tiene sus riesgos, aunque son de otro tipo!! un abrazo!!
Dante..gracias a ti por el paseo en mi blog. Sos bienvenido. Aunque tu vida sea más sedentaria y urbana, creo que es sólo una fachada porque tu forma de escribir me lleva a mundos increíbles de ideas y eso es "nomadismo literario" del mejor. Hasta pronto!!
ja
muy buena mi suegro ahora es jefe de la comunidad nativa poyeni y ire el 20 de setiembre en aniversario de la comunidad….y en paz descanse kitonirop:P
en paz, descanse, amigo! Sabes algo de la vida de Delio? un abrazo!!
QUE BONITO QUE NAVEGASTE POR ESOS RIOS TAN HERMOSO, PERO ESO SI MUY CAUDALOSOS.PARA LLEGAR A MI QUERIDO PUEBLO YO VIAJO POR ESOS RIOS.MI QUERIDO PUEBLO ES ATALAYA..ESPERO QUE LO HAYAS VISITADO PORQUE ES MUY HERMOSO…SI CONOZCO ESA COMUNIDAD DE POYENI…CUANDO VIAJAMOS CON RUMBO A MI PUEBLO..AHI EN ESE CASERIO NOS PIDEN NUESTROS DOCUMENTOS Y ELLOS ESTAN CON UNAS RETROCARGAS BIEN ANTIGUAS..PERO AL COMIENZO PRIMERO NOS RECIBIAN CON SUS FLECAS…POCO A POCO SE ESTAN MODERNOZANDO…ESPERO QUE REGRESES…
q lindo reportaje yo estoy casado con una nativa de cheni y q vivio en poyeni por esos tiempos q pasaron de sendero te felicito loq haces conozco esos lugares y mira ve q suerte tener una esposa de ese lugar tn hermoso
q lindo