El cine y la música – señaló Andrei Tarkovski en un pasaje de Esculpir el Tiempo – son formas de arte inmediato, en cuanto a que no necesitan la medición de un lenguaje. Ambas operan directamente con la realidad.
En la visión del cineasta ruso, la imagen no simboliza un determinado sentido. Por el contrario, ella se vale por sí misma: es «el mundo entero reflejado en una gota de agua». La imagen como pura emoción, diáfana en interpretación, un canto a la vida.
Algo de todo ello entendió Ryuichi Sakamoto quien en el 2018 concibió ASYNC, como si se tratara de la banda sonora de un nuevo film de Tarkovski. Este obra refleja un estilo libre en los sonidos, estados de ánimos diferentes. Y principalmente, una visión diacrónica, fluida, ambiental y, a su vez, disonante, que combina diferentes sonidos.
Algo de todo ello, entendió perfectamente Ryuichi Sakamoto quien en el 2018 concibió un trabajo como si se tratara de la banda sonora de un nuevo film de Tarkovski. Profundo admirador del cineasta ruso, Sakamoto intentó reflejar en ASYNC, un estilo libre en los sonidos, estados de ánimos. Una visión «asincrónica», fluida, ambiental y, a su vez, disonante que combina múltiples sonidos.
Y al igual que los planos secuencias de Tarkovski; el músico japonés emplea en este trabajo una lentitud expansiva que indica ricos paisajes e inverosímiles paisaje sonoros internos. En Sakamoto la música se despliega en el tiempo al igual que la imagen cinematográfica tarkovskiana pero, con el agregado, a través del espacio. Esta singularidad le permitía a Tarkovski manipular el tiempo real y ordenarlo a voluntad, mediante los artificios del montaje.
Para los dos, tanto la música como el cine deben afectar a cada oyente / espectador de una manera distinta según su experiencia. Sakamoto comenta – en el biopic CODA – que descubrió el arte del silencio y el sonido de la naturaleza a través de Solaris (1972).
La imagen como la música, en este contexto, se reinterpretan como un «presente sellado«: una instantánea sonora / visual que encierran las dos tensiones fundamentales del tiempo vivido: el recuerdo (resurrección del pasado) y la esperanza (deseo de lo venidero).