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Cerro Rico – Potosí |
Hace 48 años siete mineros asturianos comenzaron un heroico paro en protesta a las paupérrimas condiciones laborales, y, a la que pronto, se les sumaron otros 40.000 trabajadores.
Esa gesta – contada, entre otros, por el escritor Jorge Martinez Reverte en su libro La Furia y el Silencio – marca un punto de inflexión en la lucha obrera en España.
Y la batalla aún no ha cesado como lo demuestra la actual crisis de las nuevas generaciones de mineros asturianos, dedicados a la extracción del carbón, que salen a la calle a denunciar sus problemas y realizan movilizaciones multitudinarias a Oviedo, la capital de Asturias.
Aunque los resultados de todo ello pueden ser dispares, lo concreto es que no hay indiferencia en la opinión pública, son escuchados por alguien, tendrán eco en los medios. Esos casi 50 años de lucha los amparan.
Pero muy distinto es el destino de los cientos de mineros que trabajan en condiciones infrahumanas en el Cerro Rico de Potosí.
Ahora parece que el gobierno boliviano quiere cerrar la mítica y agujereada montaña, promover dicho lugar como patrimonio de la humanidad sin importarles como se van a ganar la vida esos trabajadores que subsisten, hoy en día, en forma de cooperativas y del turismo minero.
La historia comienza en el siglo XVI. Wikipedia les explicará mejor que yo toda esta desventura colonial. (Socavones de la Angustia de Fernando Ramírez Velarde es una variante literaria más rica de este melodrama que viven los mineros en Bolivia o Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano).
Básicamente, toda la historia minera boliviana es un compendio de explotación y sumisión más que de lucha obrera. Y ni siquiera durante el siglo XX, los mineros han logrado grandes avances en derechos, calidad de trabajo y salarios. Siguen viviendo igual que antes o peor como lo demuestran las últimas noticias sobre los niños que trabajan en las minas.
Yo estuve hace unos años en Potosí y conocí el Cerro Rico, llevado de la mano de algunos guías – mineros que se ganan la vida mostrando la dura vida de sus compañeros en esos socavones donde el aire es irrespirable y maloliente.
Recuerdo que el guía que nos acompañaba nos pedía que llevemos algún refresco para regalárselo a algún minero. Al preguntarle si podíamos llevarles también galletas o comida, él se negó rotundamente. “No quieren alimentos, no tienen ganas. Están todo el día mascando coca y están acostumbrados a no comer”.
Hace unos meses publiqué en este blog, un relato: ¡Cuidado Gringos, háganse a un lado! que describe un poco el surrealista paisaje que viví en la otrora gran ciudad de la plata y del estaño.
En esta ocasión, deseo compartir con ustedes algunas imágenes de esa visita. Algunas instántaneas de estos trabajadores que a primera hora del día, esperan ansiosos en la plaza de armas de la ciudad que los seleccionen para trabajar en el Cerro Rico. Y así ganar unos 5 euros en 14 horas de trabajo al día.
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Esperando que los seleccionen – Potosí – Bolivia |
Los trabajadores seleccionados son transportados hasta las inmediaciones del cerro y allí se preparan para el duro trabajo en las profundidades de la mina.
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Potosí – Bolivia |
Todos, sin excepción, como lo muestra la imagen de abajo, antes de comenzar a trabajar se introducen en su boca una importante cantidad de hojas de coca y la masticaran por largas horas.
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Potosí – Bolivia |
Hace años que las mujeres ya no trabajan en el interior de las minas. Pero en los alrededores, algunas viudas de mineros fallecidos en el cerro, buscan diariamente, en los residuos de las excavaciones, algunos minerales nobles que después tratan de venderlos en la ciudad.
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Manos de una viuda – Potosí – Bolivia |
Miguel de Cervantes en su obra clásica Don Quijote de la Mancha acuñó el dicho español: Vale un Potosí que significa que algo vale una fortuna. La vida de estos mineros, ¿vale un Potosí?
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Potosí – Bolivia |
Acerca de marcelocaballero
Marcelo Caballero. Fotógrafo, poeta