Hace unos días, nos dejó Robert Frank. Sin embargo, su estelar camino fotográfico se queda con nosotros y siempre será útil para entender de qué trata la fotografía y porque es un lenguaje único e intransferible. Y Frank, en ese sentido, será siempre eso: FOTOGRAFÍA en mayúsculas.
Pero, dejemos de lado mi admiración y pasemos a su admiración. Dicho de otro modo: a quien admiraba, Frank. Y no cabe dudas, que una de sus grandes admiraciones fue el pintor Edward Hopper. Y muchos creadores visuales como él, se inspiraron en su mirada para encontrar la trascendencia en un hecho cotidiano.
Pero, ¿qué cualidades tienen los cuadros de Hopper que tanto interesaron a Frank? Veamos esa inspiración hopperiana en su obra emblemática: The Americans.
Muchos de los personajes que aparecen en sus pinturas tienden a observar “algo” que está fuera del encuadre. Al observador no le queda otra posibilidad que imaginar que es lo que observan. Y lo más importante: este tipo de composición sugiere más que describe y esta característica imprime una gran potencia visual y es atractivo a los ojos de ciertos fotógrafos como al gran fotógrafo suizo.
Hopper se centra en espacios públicos sin presencia humana donde el silencio se recrea entre vistas interiores y exteriores que el pintor representa a menudo como cuadros del cuadro. Y, en general, sus composiciones no son reproducciones de lo visible, remiten a rupturas de la realidad.
En ese contexto, el espacio de silencio hopperiano (al igual que en el de Frank) donde aparentemente no pasa nada se crea una sensación de “tensión latente” que transforma esa escenas cotidiana recreando, de alguna manera, una atmósfera extraordinariamente fértil a la imaginación.
Además, esos espacios en tensión latente donde la luz crea una falsa impresión de tranquilidad se podría entender como una singular reacción a la realidad social. Hopper también era fruto de los avatares políticos y artísticos de su época. Y en ese contexto, tanto el fotógrafo como el pintor ilustran, de alguna manera, el lado gótico del espíritu americano: vacío, solo y vasto.