Lo digital ha traído muchos beneficios como la democratización de las cámaras y de las imágenes . Sin embargo a esta altura del partido veo que todo lo que brilla no es oro: el mundo digital acapara casi la totalidad de las necesidades del individuo con su entorno. Basta con mirar detenidamente en cualquier espacio público de cualquier ciudad y ver el comportamiento habitual de la gente que sólo presta atención a un pequeño dispositivo que lleva entre sus manos.
Pero en este post, no deseo extenderme sobre este asunto. Sólo lo contextualizo en el párrafo inicial para comentar una consecuencia problemática para el fotógrafo digital de hoy: “saber elegir” una imagen. Esa es la letra pequeña que no está en ningún manual de fotografía de esta tan ansiada democratización de cámaras e imágenes y que trae aparejado ese problema “sin solución aparente”: se multiplican las imágenes pero no se multiplica la calidad. Ambas multiplicaciones toman direcciones opuestas. No van de la mano como uno desearía.
Por mi propia experiencia de tantos talleres de fotografía y tantos participantes que han pasado por allí, me he dado cuenta que el gran problema es “saber elegir” entre cientos y cientos de fotografía que el fotógrafo de calle hace a diario. Las cámaras digitales tienen ese peligro latente (que no tenía lo analógico) que si se abusa de producción de imágenes no hay supuestos “problemas aparentes” pero que luego aparecen en la selección final: muchos no eligen la foto adecuada porque no tienen tiempo real para observar con detenimiento las miles de fotos que produjeron en tres días de taller como ha pasado en mis workshops. Y esto lo digo muy en serio.