Entro a una librería y pregunto: buenos días, ¿me puede decir donde está la sección de Fotografía?, y el librero cortés, me lleva a ese sector. Una escena muy familiar para mi desde hace años.
Sin embargo cuando le comento si me puede orientar con algún libro que no habla de fotografía de calle pero que puede ser útil; el librero inmediatamente duda y me lleva con una fingida desorientación a la sección de filosofía, antropología o quizás literatura de viajes para que me busque la vida. Y me deja allí con mi propia desorientación y desasosiego. Y esta escena, también es habitual. Y lo digo con todo respeto al librero que faltaría más que supiera «mis preferencias surrealistas» sobre algún libro que hable tangencialmente, indirectamente sobre alguna característica familiarizada con fotografía de calle.
Por eso hoy, después de varias experiencias fallidas en las librerías, me gustaría recomendarles algunos libros de escritores que sin pensar directamente en la fotografía, nutren al noble oficio de deambular por la calle con una cámara.
Especies de Espacios de Georges Perec
La noción de espacio tantas veces recreada entre arquitectos, urbanistas, geógrafos o antropólogos nos depara una gran sorpresa cuando intentamos decifrarlo en este libro. Perec es un escritor ajeno a estas profesiones y nos sumerge en una visión desprejuiciada, creativa que nos transporta a nuestros espacios domésticos. Y todo ello tiene un gran valor para un fotógrafo que camina la ciudad.
Así, Perec habla de la habitación, la casa, la calle, el barrio, la ciudad y así hasta el espacio. Y te señala una serie de trabajos prácticos. Por ejemplo para la calle nos dice: “Anotar lo que se ve. Aquello que sea importante. ¿sabemos ver lo que es importante? ¿Hay algo que nos llame la atención?….hay que ir más despacio, casi torpemente. Obligarse a escribir sobre lo no tiene interés, lo que es más evidente, lo más común, lo más apagado….obligarse a ver con más sencillez”. Y muchas consejos más. Un libro realmente enriquecedor para un fotógrafo urbano ya que Perec, con este libro, reivindica el espacio como algo que se ajusta a la medida de lo que quiere el lector. “El espacio es una duda, continuamente necesito marcarlo, designarle, nunca es mio, nunca es dado, tengo que conquistarlo”.
Lunch Poems de Frank O’hara
O’Hara, considerado para las nuevas generaciones como el poeta urbano por excelencia, escribía versos que parecen ser reacciones espontáneas ante las cosas que suceden en las calles de su ciudad: Nueva York.
Este libro fue escrito durante una hora determinada: la hora del almuerzo que inspiró, por ejemplo, al fotógrafo Gus Powell a realizar su proyecto fotográfico The Company of Strangers (2003) durante las horas del mediodía. Entre otras cosas, O’Hara fue cofundador de la Escuela de Nueva York de poesía, un movimiento cercano al expresionismo abstracto pero también se nutre de la mirada de los surrealistas en relación a la reivindicación de la movilidad, la inestabilidad y el cambio en espacios públicos.
“Sus versos tienden a ser breves, esporádicos. La mirada está a la deriva del deseo. Lo que la voz poética busca es una proximidad con otro. Esta mirada-deseante es también mirada melancólica sobre el mismo tiempo donde acontece. Anhela poseer lo que está ocurriendo, como si no existiera el presente” señala un especialista de su obra poética, el escritor chileno Juan José Richards Echeverría.
A un paso de distancia de ellos
Es mi hora del almuerzo, así que me voy
a dar un paseo, entre los taxis
coloreados de bullicio. Primero, por la acera
donde los trabajadores alimentan sus sucios y
brillantes torsos con sándwiches
y Coca-Cola, con los cascos amarillos
puestos. Les protegen de los ladrillos que caen,
supongo. Luego hacia la
avenida donde las faldas dan vueltas
sobre tacones y se inflan sobre
rejillas. El sol calienta, pero
los taxis agitan el aire. Miro
las ofertas en relojes de pulsera. Hay
gatos jugando en el serrín.
Hacia Times Square , donde la señal
desparrama humo sobre mi cabeza, y más arriba
la cascada cae suavemente. Un
Negro está de pie en la puerta con un
palillo, agitándose lánguidamente.
Una corista rubia taconea: él se sonríe
y se frota la barbilla. Todo
de repente da un bocinazo: son las 12:40 de
un jueves.
El neón de día es
un gran placer, como Edwin Denby escribiría,
como lo son las bombillas de día.
Me paro a por una hamburguesa con queso en JULIET’S
CORNER. Giulietta Masina, mujer de Federico Fellini, è bell’attrice.
Y chocolate malteado. Una mujer
en zorros en un día así mete su caniche
en un taxi.
Hay varios puertoriqueños
en la avenida hoy, lo que
la hace bella y cálida. Primero
murió Bunny después John Latouche,
después Jackson Pollock. Pero, está
la tierra tan llena como la vida estaba llena, de ellos?
Y uno ha comido y uno camina,
pasando las tiendas con desnudos
y los posters de TOREO y
el Manhattan Storage Warehouse
que pronto demolerán. Antes
pensaba que tenían el Armory
Show allí.
Un vaso de zumo de papaya
y vuelta al trabajo. Mi corazón está
en mi bolsillo, es “Poemas” por Pierre Reverdy.