Muchos de los que nos gusta el color en la fotografía, tenemos al rojo como el color que, independientemente del motivo fotográfico, es clave para potenciar visualmente una imagen. ¿Y qué hay del naranja? ¿no tiene méritos visuales suficientes para estar a la altura del rojo?…¿un color que podría ser su primo hermano en momentos de luz crepuscular?
Ayer, mientras leía Los Colores Secundarios de Alexander Theroux, descubrí que la palabra “naranja” asociada a la tonalidad de un color recién se comenzó a utilizar en Occidente en el Edad Media. Antes de ello, se lo confundía con colores ocres, terracotas o como una variedad del rojo. De allí que se lo considere literalmente un color secundario que desde mi punto de vista y, por supuesto de Theroux, no significa que en valor (brillo o luminosidad) o croma (fuerza o intensidad) sea “menor” que un color primario como el rojo. Podría decirse que “van de la mano” o “se acompañan” con igual intensidad en la estética fotográfica.
“Un cítrico, desde luego: la naranja – la fruta y el color, aunque inextricables, no están absolutamente ligados – es originaria de China. La primer referencia conocida se halla en el segundo libro de los Cinco Clásicos que apareció en China alrededor del año 500 antes de Cristo” comenta Theroux.
El libro está plagado de citas y referencias sobre este color y que magistralmente nos conduce Theroux a través de la publicidad, la vestimenta, la gastronomía, la historia, la geografía, el cine y en genera,l el arte. “No hay azul sin amarillo y sin naranja” señaló Vincent Van Gogh en 1888 en alguna carta que le envió a su hermano Theo.
“En los comienzos del cine en colores, había una fuerte predominancia del rojo anaranjado intenso. La imaginería colorística en La Puerta del Infierno, la primer película japonesa en utilizar el color, especialmente en las escenas iniciales de caos en el Palacio Imperial, en un buen ejemplo de ello”