Una de los aspectos que más me impactó de la filmografía de Andrei Tarkovski es la importancia que el director ruso le otorga a los sonidos del entorno de los protagonistas y que cobran un valor tan vital como los diálogos o la estética visual.
En YouTube me encontré con un video que recopila distintas escenas de varios de sus films donde los sonidos actúan como catalizadores simbólicos independientes de la lectura visual de las escenas. Me gustaría definirlo como metáforas tridimensionales ( el carácter bidimensional de la imagen + la profundidad auditiva del sonido que puede reinterpretarse como un espacio o una presencia latente en otra dimensión)
En ese contexto, los sonidos afloran especialmente para tensionar las escenas de calma que el director propone. Una calma que el director ruso no utiliza como algo atemporal: “la imagen deviene auténticamente cinematográfica cuando no sólo vive en el tiempo, sino que el tiempo también vive en ella, incluso en cada fotograma individual. Ningún objeto muerto – mesa, silla, vaso – enmarcado aislado de todo lo demás puede presentarse como si estuviera fuera del tiempo que pasa, como desde el punto de vista de una ausencia de tiempo” . Tarkovski , como gran poeta de la calma, logra una tensión simbólica extraordinaria con la aparición de sonidos naturales como el viento.
Y en ese contrapunto de calma con súbita aparición de la energía y expresión simbolizada por el viento, se produce uno de los rasgos más distintivos del arte del director ruso: la sensación de belleza como fuerza. Algo de ello se puede apreciar en la siguiente escena del El Espejo (1975).
Un viento que nace en ninguna parte, apareciendo de pronto con una fuerza capaz de transportarlo todo, que le agrega a la textura visual una profundidad (y no sólo a través del sonido del viento), también gracias al movimiento repentino de los arbustos. Como si se tratara de una aparición latente, de un fantasma. Lo que importa es lo que te imaginas de todo ello., una escena que no tiene una explicación racional. Sólo emotiva. Tarkovski en varias de sus conferencias comenta que la geneología de la aparición del viento tiene que ver con la secuencia inicial de Tierra (1930) de Alexander Dovzhenko y según sus palabras “cuando era adolescente la veía una y otra vez sin poder explicar porque me conmovía tanto”.
El recurso del viento para crear cierta tensión emotiva también lo utilizó Michelángelo Antonioni en Blow up (1966). El movimiento del viento no sólo brinda una profundidad temporal a una escena por si sola sería anodina y sin mucha acción. Crea una expectativa en el observador que espera que pase algo al final de la escena ese momento latente que se produce me parece extraordinario y siempre lo recuerdo gracias al viento.